Jazz Daniels es una joven que logra alcanzar su sueño de convertirse en una estrella del country y de ser la pareja de Dick Kramer, un famoso cantante del que ha estado enamorada desde siempre. Sin embargo, lo que parece ser un cuento de hadas se transforma en una pesadilla. Dick la manipula a su antojo, y la conduce al abismo cuando la introduce en el mundo del alcohol y las drogas y Jazz se deja arrastrar sin decir nada, por algo que piensa que es amor.
Después de un trágico suceso, y cansada de la existencia que lleva, Jazz ingresa en un campamento de rehabilitación para superar sus adicciones. Allí conoce a Connor Grenn, un monitor que será el encargado de ayudarla. Connor, al igual que ella, también lucha contra sus fantasmas, tratando de olvidar el pasado. No será fácil ayudar a Jazz, ya que esta se ha refugiado en el silencio porque ni siquiera quiere escuchar su propia voz.
No soy muy aficionada al new adult. De hecho, es la primera reseña que hago de una novela de este subgénero. Sin embargo, esta atrajo mi atracción cuando la vi. Su portada, su argumento, y sobre todo una frase que trataba de describir la historia: "Hay silencios que hacen ruido toda la vida". Quería descubrir que había detrás de esa frase tan profunda, y me encontré con una historia dura, amarga, pero también una historia de lucha, de superación y de esperanza.
