Encantadora. Descarada. Astuta.
Los reyes de Wesloria enviaron a Inglaterra a su hija, la princesa Justine, para que aprendiera el funcionamiento de la monarquía bajo la tutela de la propia reina Victoria. Además, Justine debía encontrar un marido adecuado, alguien apto para casarse con la futura reina de Wesloria.
Dado que William Douglas, el heredero libertino del ducado de Hamilton, conocía a todo el mundo, le fue asignada la misión de acompañar a la princesa en sus salidas por Londres. También debía vigilarla e informar al primer ministro wesloriano, al tiempo que se aseguraba de que la princesa se emparejaba con un hombre a la altura de las circunstancias… y que fuera del agrado del ministro.
Mientras William y Justine conocían a un buen número de adecuados pretendientes, se hicieron amigos. Sin embargo, cuando llegó el momento de seleccionar al más idóneo… ¿no sería el mismo William el mejor soltero disponible?
¡Qué complicado es ser una princesa! Responsabilidades, obligaciones, vigilan todos tus movimientos, todo ello para que en el futuro seas una buena reina para tu país; y además te buscan un marido de lo más adecuado a tu posición, sin tener en cuenta si estás enamorada de él o no. Pero, alguna vez, puede suceder que el hombre adecuado también sea el mismo del que te has enamorado.
Justine me ha parecido un personaje encantador. Ha sido educada desde niña de acuerdo con su condición de princesa y futura heredera al trono y se espera de ella que gobierne su país con firmeza. Justine es una muchacha inteligente, culta, bonita, y se le da muy bien la esgrima, cualidades todas muy buenas. Sin embargo, tiene un problema: no se siente segura de sí misma. Las multitudes la abruman, sobre todo cuando tiene que dirigirse a ellas. Y se siente eclipsada en muchas ocasiones por su hermana pequeña, Amelia, mucho más extrovertida que ella. Se la considera un princesa débil, por lo que si va a ser reina deberá estar acompañada de un marido que la apoye, pues ella sola no podrá librar ese cometido. Y habrá que buscar un hombre adecuado, sin tener en cuenta sus sentimientos. Justine, educada en esas normas tan rígidas, nunca se ha atrevido a exteriorizar lo que realmente piensa, porque no será lo correcto. Siente deseos de expresarse y ser ella misma, y eso no significa que no pueda ser una buena reina.
A William Douglas, su fama de libertino le precede. Tener que acompañar a Justine no puede ser peor para él. El primer encuentro entre ambos es un desastre. Pero será increíble la evolución que tome la relación entre estas dos personas: el odio que sienten en un primer momento se convierte en amistad y poco a poco en algo más que eso; todo ello va sucediendo en su justo momento. A medida que se van conociendo descubren que están hechos el uno para el otro. Pero, claro, William no es el hombre adecuado para ser el príncipe consorte de Justine, ya que no cumple con los requisitos y sobre él corren ciertos rumores que manchan su reputación. Ambos deberán enfrentarse a esas normas tan estrictas para poder ser felices.
Y otro de los personajes más importantes a tener en cuenta es el de lady Lila Aleksander, la casamentera encargada de buscar a la princesa un buen marido. El baile de pretendientes, buscados por esta mujer, que desfilará delante de la princesa no tiene desperdicio y generará una serie de situaciones de lo más divertidas.
La autora utiliza un lenguaje ágil y ameno, que hace que sea una lectura muy entretenida. Y también ha sabido retratar muy bien los personajes y el ambiente de la corte tan estricto que les rodea. Y cómo, de la forma que le sucede a Justine, un miembro de la realeza debe dejar a un lado sus sentimientos y pensar solo en su deber hacia la corona, algo que aquí tomará un cariz distinto.
Me ha resultado una historia simpática, con momentos muy divertidos, sobre todo cuando se resuelve la trama final; y momentos muy dulces entre Justine y William. Dos personas que tendrán que superar una serie de rígidas condiciones sociales para poder vivir su amor.
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